PARÁBOLA DEL SEMBRADOR
(Mateo 13:1-23 – Marcos 4:1-20 – Lucas 8:4-15)
Por: Gladys Raquel Hernández
Jesús solía hablarle a Sus discípulos y a las grandes multitudes que se reunían a oírlo, por medio de parábolas. Los discípulos solían no entenderlo y Jesús les explicaba de forma más sencilla lo que había querido decir, aduciendo que tan sólo a ellos les era dado a conocer los misterios del reino de Dios.Jesús les habló diciendo: “He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron” (Mateo 13:3-4). Esto significa que: “Cuando alguno oye la Palabra del reino y no la entiende, viene el malo (Satanás: el adversario u opositor), y arrebata lo que fue sembrado en su corazón” (Mateo 13:19).
“Parte (de la semilla) cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó” (Mateo 13:5-6). Esto significa que: “El que oye la Palabra, al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la Palabra, luego tropieza” (Mateo 13:20-21).
“Y parte (de la semilla) cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron” (Mateo 13:7). Esto significa que: “Este es el que oye la Palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la Palabra, y se hace infructuosa” (Mateo 13:22).
“Pero parte (de la semilla) cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a setenta, y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír, oiga” (Mateo 13:8-9). Esto significa que: “El que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la Palabra y da fruto; y produce a ciento, a setenta y a treinta por uno” (Mateo 13:23).
Jesús explicó esta parábola muy claramente a Sus discípulos y la misma se hace extensiva a todos nosotros para que podamos reflejar nuestra vida en ella. Cabe destacar que toda la raza humana de todos los tiempos se encuentra incluida en estos cuatro grupos. Aunque Jesús les habló a Sus discípulos en esa ocasión, todas Sus enseñanzas se ajustan perfectamente a toda la humanidad de todos los tiempos, y aunque El vino en forma cronológica a la tierra hace un poco más de dos mil años, sus enseñanzas van dirigidas a todos nosotros, no importa a que clase social pertenezcamos.
Jesús aspira, desea y anhela que pertenezcamos al cuarto grupo, es decir, la semilla que cae en buena tierra y da fruto. El dijo que hablaba por parábolas porque la gente viendo no ve y oyendo no oye, ni entiende (Mateo 13:13).
Una cosa es oír y otra cosa es entender. Es decir, cuando uno oye la Palabra, puede no entenderla porque no se encuentra preparado para recibirla, porque no está bien guiado y porque necesita algún maestro o siervo de Dios que le explique con revelación de Dios el significado de la misma. Asimismo, el orgullo, la soberbia, la dureza de corazón y la arrogancia del individuo hacen que el mismo no se interese por la Palabra, pase por alto la sabiduría de Dios y se pierda las bendiciones que Dios tiene preparadas para él.
Veamos estas interesantes citas bíblicas donde el profeta Isaías dijo:
“De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado. Y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane” (Mateo 13:14-15).
A través de la presente cita bíblica podemos ver que el Señor nos pide que abramos el corazón sincero a El, puesto que con el corazón abierto, se comienzan a discernir las cosas espirituales y se comienza a ver y entender el reino de Dios.
El sistema del mundo, la idolatría, el afán y las riquezas, los placeres, el orgullo, la vanidad y la soberbia, entre otros, nos han apartado de Dios. Hemos sido cegados espiritualmente por un sistema mundano y perverso al que el ser humano mismo ha dado lugar cuando decidió desobedecer a Dios en el Huerto del Edén.
“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (Génesis 3:6).
Dios resiste este sistema mundano y perverso y ama la humildad de corazón que habla de El y de Su esencia.
“Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11:29).
Asimismo, las distintas religiones, denominaciones y sectas nos han apartado de Dios, en vez de acercarnos a El. La tradición de la Palabra le ha quitado efecto al verdadero valor de la misma y a sus raíces: Israel. No se puede comprender la Palabra de Dios si no se recurre a la fuente: Israel, raíz del evangelio. Tu verdadera conversión al cristianismo tendrá lugar cuando hayas conocido la fuente, las raíces judías y cuando hayas entendido la sana doctrina de Jesucristo y permanezcas en El (Juan 15:4-5). El era judío y de allí viene tu salvación y la mía.
Veamos la siguiente cita bíblica:
“Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos” (Juan 4:22).
Si eres humilde de corazón, el Espíritu Santo te revelará esta verdad y si aceptas de corazón a Jesucristo y te reconoces pecador, tienes asegurada tu salvación, perseverando hasta el fin en tu nuevo camino elegido.
Podemos concluir reflexionando con las siguientes citas bíblicas:
“Buscad al Señor mientras pueda ser hallado, llamadle en tanto que está cercano” (Isaías 55:6).
“Si andamos en luz, como El está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo Su Hijo nos limpia de todo pecado” (1º Juan 1:7).
AMEN!!!
“Y parte (de la semilla) cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron” (Mateo 13:7). Esto significa que: “Este es el que oye la Palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la Palabra, y se hace infructuosa” (Mateo 13:22).
“Pero parte (de la semilla) cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a setenta, y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír, oiga” (Mateo 13:8-9). Esto significa que: “El que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la Palabra y da fruto; y produce a ciento, a setenta y a treinta por uno” (Mateo 13:23).
Jesús explicó esta parábola muy claramente a Sus discípulos y la misma se hace extensiva a todos nosotros para que podamos reflejar nuestra vida en ella. Cabe destacar que toda la raza humana de todos los tiempos se encuentra incluida en estos cuatro grupos. Aunque Jesús les habló a Sus discípulos en esa ocasión, todas Sus enseñanzas se ajustan perfectamente a toda la humanidad de todos los tiempos, y aunque El vino en forma cronológica a la tierra hace un poco más de dos mil años, sus enseñanzas van dirigidas a todos nosotros, no importa a que clase social pertenezcamos.
Jesús aspira, desea y anhela que pertenezcamos al cuarto grupo, es decir, la semilla que cae en buena tierra y da fruto. El dijo que hablaba por parábolas porque la gente viendo no ve y oyendo no oye, ni entiende (Mateo 13:13).
Una cosa es oír y otra cosa es entender. Es decir, cuando uno oye la Palabra, puede no entenderla porque no se encuentra preparado para recibirla, porque no está bien guiado y porque necesita algún maestro o siervo de Dios que le explique con revelación de Dios el significado de la misma. Asimismo, el orgullo, la soberbia, la dureza de corazón y la arrogancia del individuo hacen que el mismo no se interese por la Palabra, pase por alto la sabiduría de Dios y se pierda las bendiciones que Dios tiene preparadas para él.
Veamos estas interesantes citas bíblicas donde el profeta Isaías dijo:
“De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado. Y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane” (Mateo 13:14-15).
A través de la presente cita bíblica podemos ver que el Señor nos pide que abramos el corazón sincero a El, puesto que con el corazón abierto, se comienzan a discernir las cosas espirituales y se comienza a ver y entender el reino de Dios.
El sistema del mundo, la idolatría, el afán y las riquezas, los placeres, el orgullo, la vanidad y la soberbia, entre otros, nos han apartado de Dios. Hemos sido cegados espiritualmente por un sistema mundano y perverso al que el ser humano mismo ha dado lugar cuando decidió desobedecer a Dios en el Huerto del Edén.
“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (Génesis 3:6).
Dios resiste este sistema mundano y perverso y ama la humildad de corazón que habla de El y de Su esencia.
“Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11:29).
Asimismo, las distintas religiones, denominaciones y sectas nos han apartado de Dios, en vez de acercarnos a El. La tradición de la Palabra le ha quitado efecto al verdadero valor de la misma y a sus raíces: Israel. No se puede comprender la Palabra de Dios si no se recurre a la fuente: Israel, raíz del evangelio. Tu verdadera conversión al cristianismo tendrá lugar cuando hayas conocido la fuente, las raíces judías y cuando hayas entendido la sana doctrina de Jesucristo y permanezcas en El (Juan 15:4-5). El era judío y de allí viene tu salvación y la mía.
Veamos la siguiente cita bíblica:
“Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos” (Juan 4:22).
Si eres humilde de corazón, el Espíritu Santo te revelará esta verdad y si aceptas de corazón a Jesucristo y te reconoces pecador, tienes asegurada tu salvación, perseverando hasta el fin en tu nuevo camino elegido.
Podemos concluir reflexionando con las siguientes citas bíblicas:
“Buscad al Señor mientras pueda ser hallado, llamadle en tanto que está cercano” (Isaías 55:6).
“Si andamos en luz, como El está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo Su Hijo nos limpia de todo pecado” (1º Juan 1:7).
AMEN!!!
1 comentario:
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Buenos dias hermana Gladys.
Magnifico texto. Me voy a publicarlo, com su permiso, en http://blogscristianos.blogspot.com como incentivo a su trabajo.
Su desarrolo en publicacíon fué muy rápido.
Salmo 118:24 y 23.
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