¿EXISTEN PRIORIDADES ENTRE NUESTRAS NECESIDADES?
Por: Gladys Raquel Hernández
A medida que los seres humanos vamos creciendo y nos vamos desarrollando, vamos teniendo diferentes tipos de necesidades. Estas necesidades se originan en nuestro interior y también por medio de algún estímulo externo que las provoca. Las necesidades básicas por las cuales nos sentimos identificados y normalmente tendemos a ayudar a nuestro prójimo, son de orden económico, o relacionadas con temas de salud.
Como cristianos, solemos socorrer a personas indigentes, o que estén atravesando alguna seria necesidad económica temporal, o quienes han perdido bienes, posesiones y se sienten derrotados, desesperanzados. Asimismo, solemos correr detrás de algún enfermo grave o de algún accidentado. Es decir, nos solidarizamos tremendamente con estos terribles y patéticos casos, lo cual es razonable, coherente y sensato. Pero muchas veces, ignoramos y no tendemos a ayudar a nuestro prójimo cuando está ante una necesidad de orden afectivo, emocional o espiritual. ¿Qué nos pasa? ¿No podemos percibir el dolor ante estos casos? ¿No nos interesa realmente nuestro prójimo en estas situaciones? ¿Deberían arreglarse solas estas personas?
Veamos lo que piensa Jesús respecto de todos estos interrogantes:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4:18-19).
Conforme a estas citas bíblicas, observamos que Jesús enfatiza que el Espíritu del Señor está sobre El y lo ha ungido o capacitado para llevar a cabo toda una serie de acciones de toda índole (física, emocional y espiritual). Por lo tanto, podemos apreciar que Jesucristo vino a salvarnos, a sanarnos, a libertarnos, a quitar ataduras, yugos, a liberar a los oprimidos. Es decir, Jesús no le da prioridades a nuestras necesidades, a nuestros obstáculos, a nuestros problemas. El nos ama tanto que anhela restaurarnos en todas las áreas de nuestra vida. Jesús no va a venir a tu vida y decirte que tú tienes que esperar a resolver tu problema emocional-afectivo porque primero está el enfermo o el accidentado. Si bien, nosotros podemos dar una cierta prioridad a los problemas, ya que algunos de ellos son de carácter emergente, como el caso de algún accidentado o moribundo, no podemos ignorar o rechazar almas enfermas, desesperanzadas, almas que tienen sed de recibir un abrazo, una palabra de aliento, de afecto, de amor sincero. No nos olvidemos que muchas personas se suicidan diariamente debido a este tipo de problemas que los anegan.
Jesús dijo: “De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis” (Mateo 25:45).
Es preciso entender que Jesús se coloca por detrás de cada persona necesitada. Entonces, cuando nosotros ignoramos o rechazamos a alguna persona en necesidad, lo estamos rechazando a Jesús mismo. Y aunque Jesús puede satisfacer perfectamente todas nuestras necesidades si acudimos a El mediante la oración, el ruego y el clamor, no nos olvidemos que el amor y la ayuda al prójimo es un mandato de Dios. Por lo tanto, el Señor se agrada cuando alguien ayuda a su prójimo independientemente de cuál sea su necesidad.
¿Quién es mi prójimo? Mi prójimo es toda persona que habite este planeta que se cruce en mi camino y que tenga alguna necesidad real.
¿Qué está sucediendo dentro del Pueblo de Dios? ¿Nos amamos realmente?
Veamos las siguientes citas bíblicas:
“No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18).
“Honra a tu padre y a tu madre; y amarás a tu prójimo como a ti mismo”(Mateo 19:19).
“Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación” (Romanos 15:2).
Veamos ahora esta reflexión:
Un intérprete de la ley le dijo a Jesús: - ¿Quién es mi prójimo? (Lucas 10:29).
Jesús le contó una historia, la historia del buen samaritano (Lucas 10:25-37). Finalmente, Jesús le dio a elegir dentro de tres personas, quién había sido el prójimo de un hombre que cayó en manos de ladrones. El intérprete de la ley pudo discernir a través de la parábola de Jesús, quien había sido el prójimo.
“El dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo, ve, y haz tú lo mismo” (Lucas 10:37).
Jesús nos enseña a través de este pasaje, que debemos sentir misericordia y compasión ante las distintas necesidades de quienes se crucen en nuestro camino, la misma misericordia que Dios tuvo por ti y por mí cuando decidió dar a Su Unigénito Hijo, Jesús, en expiación por nuestros pecados y redimirnos, una misericordia que se renueva cada mañana si pecamos y nos arrepentimos (Lamentaciones 3:22-23). Se trata de una misericordia eterna que quiere contagiarte y hacerte vivir en santidad, para que cuando alguien con necesidad de cualquier índole y naturaleza se cruce en tu camino, tú puedas comprender que detrás de esa persona se esconde Jesús, el que murió por ti y por mí, quien espera que tú también sientas misericordia por tu prójimo.
“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”(Efesios 4:13).
“A El sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad” (2º Pedro 3:18).
AMEN!!!
2 comentarios:
Muy bueno Gladys!
La bendición del Señor es contigo y tu familia.
Te seguiré leyendo.
DTB
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